miércoles, 25 de marzo de 2009





Jaisalmer:

“La corona del desierto”


En medio del desierto y al noreste de la India, se encuentra una de las ciudades más hermosa y visualmente interesante del estado de Rajasthan. Su tonalidad amarillo ocre, sus interminables pasillos y su fachada antigua, son los elementos que hacen de esta ciudad, una visita obligada.




Por: Cristóbal Heiss Joerger

El camino en tren desde Nueva Delhi a Jaisalmer ofrece una imagen interesante y “exótica” para la mirada del curioso turista. Desde las ventanas del tren se aprecia un paisaje amplio y árido, mezquino en relieves y montañas, pero generoso en tierra y arbustos. A primera vista el lugar recuerda a la Sabana africana, donde el color rojizo del suelo descansa pasivo bajo los incontables pequeños arboles, que, si bien no alcanzan más de dos metros de altura, destacan por cubrir gran parte de la estepa.
Los pueblos que acompañan los rieles del tren, son el primer apronte a la gente de Rajasthan (la zona oeste de la India). A lo largo del camino son innumerables las casas de adobe, o las edificaciones de excremento de vacuno seco que abundan en el lugar. La aparente ruralidad contrasta de forma impactante con esporádicas antenas de televisión satelital marca “TATA”, las cuales con su típica redondez, más parecen un platillo volador alienígena a esta lejana tierra, que a un aparato de entretención.
Una vez que el tren recorre un largo trecho, y a tan sólo 80 kilómetros de Pakistán, se llega a la ciudad de Jaisalmer. Después de superar la arenosa y generosa en camellos entrada a la ciudad, la imagen cambia completamente. Casi como salida de un cuento de “Las mil y una noches”, la fachada de la ciudad y sus colores logran transportar casi a cualquiera a la antigüedad.
Las calles de Jaisalmer, como toda ciudad nacida en el Medioevo, gozan de hermosa estrechez. Las calles del mercado y sus sectores aledaños, son angostas y de curvas insospechadas. Alfombras, trajes tipo “Alí Baba´” y especias pueden observarse (o comprarse) prácticamente en todo el lugar. El mercado muestra la cara más pintoresca de la ciudad, donde los fuertes colores de los saris[i] femeninos, las frutas y verduras en el suelo y una que otra vaca vagabunda, se funden a la perfección, creando una postal digna de cualquier cuadro.
El punto más importante de Jaisalmer, y quizás su motivo de orgullo más grande, es el Fuerte. El gigante de piedras amarillo ocre (al igual que toda la ciudad), se para orgulloso a la altura de su ciudad, protegiéndola cual celoso centinela, de los invasores y enemigos. El Fuerte de Jaisalmer, que alguna vez albergó toda la ciudad entre sus amplias murallas, y que utilizó más de una vez sus redondas torres para repeler embestidas, es hoy el centro de atracción turística del lugar. La edificación construida en el siglo XII consta de 4 distintas puertas, logrando así confundir a sus enemigos y cansarlos antes de las batallas.
Los fuertes y palacios no son algo ajeno en el estado de Rajasthan, es más, su nombre significa algo así como “lugar de reyes”, nombre que lleva con orgullo gracias a los Maharajas, quienes fueron gobernadores de las antiguas ciudades indias. Pero la tradición real no se ha perdido por completo, aún existen los Maharajas, la gran diferencia es que su título carece del poder de antaño, razón que tiene a las familias reales más cerca de las empresas y negocios, que de los tronos.
Jaisalmer vive en una atractiva dualidad por más de una razón. Su frontera con Pakistán la vuelve un punto de encuentro entre los musulmanes e hindúes, instaurando un clima de tolerancia lejano a las guerras y conflictos. Su pasado imperial se mantiene glorioso, pero convive tranquilamente con su presente democrático. Sus vestigios persas se fusionan armoniosamente con la cultura India, dando una imagen de lo que Jaisalmer es; un híbrido entre Mowgli y Aladino, un embutido de culturas y tradiciones.
[i] Traje tradicional de las mujeres en la India.

1 comentario:

Jota Goncarr dijo...

Nuevamente una historia sorprendente, llena de colores y sabores, verdaderos manjares de adjetivos los cuales logran transformar una palabra ordinaria en una reliquia invaluable.
Excelente.
Logré imaginarme el lugar perfecto; sus calles, alrededores y demases, así también como los edificios, personas y naturaleza.
Precioso escrito compadre, menos es imposible de esperar.
Sigue creando y maravillando a las palabras con ese adjetivo, ese adjetivo necesario para hacerlas brillar sólo como tú lo logras.

Aswan, Egipto

Aswan, Egipto

Nueva Delhi, India

Nueva Delhi, India